LOS INDIGENAS INSUMISOS Y REBELDES
Miguel Ángel Sandoval
El 31 de enero de conmemoró el treinta aniversario de la matanza en la embajada de España, donde fueron asesinados 37 guatemaltecos por reclamar sus derechos. ¿Que demandaban los ocupantes? Que el ejército desalojara las comunidades de El Quichè y dejaran de asesinar por gusto. Eran los años de la guerra, en donde la contrainsurgencia hizo lo único que podía para impedir los derechos que negaba: desatar una carnicería a lo largo de ancho del país donde la masacre de la embajada es el punto culminante de ese esfuerzo dantesco. Parte de ese episodio es la impunidad que existe sobre el hecho.
El objetivo mayor era provocar la parálisis del movimiento campesino e indígena que luchaba por los pueblos y caminos del país. Sin embargo, los indígenas insumisos y rebeldes dieron salida a una resistencia descomunal, con rasgos insurrecciónales, que pusieron en cuestión el poder establecido y la estrategia contrainsurgente de los militares guatemaltecos.
Es el sentido de dos momentos claves poco tiempo después de la masacre de la embajada. Uno de ellos es la huelga general de la costa sur por la demanda de mejores salarios en el corte de caña, y el otro, la proclamación de la conocida como Declaración de Iximché, que contenía un llamado a la lucha frontal de los pueblos indígena en contra del mal gobierno y sobre todo por la construcción de un país de iguales, en donde indios y ladinos trabajaran codo a codo por el futuro de este país.
Sin duda fue la primera declaración de lucha de los indígenas de Guatemala en varios siglos, y la plataforma para las luchas posteriores, en total sintonía con las proclamas y acción de las organizaciones de izquierda de esos momentos. Con poca difusión en el momento inicial, la Declaración sigue siendo un documento de referencia, tanto ahora como en esos años, en donde la lucha de los indígenas trascendió fronteras físicas de país y fronteras étnicas en lo interno.
Mucho de lo ocurrido en esos años sigue siendo motivo de discusión y de debates, sobre todo porque por intereses inconfesados, la censura y la represión pura y simple, las versiones sobre el levantamiento indígena, no fueron lo suficientemente analizados y se dio paso a las construcciones sin mayor información y las versiones de algunos intelectuales extranjeros. Hoy sabemos que se trató de una amplia movilización y lucha de indígenas insumisos, rebeldes, muchos de ellos alzados en armas por su liberación.
Hoy la lucha es diferente pero con los mismos objetivos: la liberación de los pueblos de Guatemala de sus opresores y la construcción de una sociedad de iguales, que nos permita finalmente tener acceso al siglo XXI. Es lo que vemos de manera cotidiana con la efervescencia de organizaciones indígenas y populares, en las consultas populares en contra de la minería y en defensa de territorios y derechos. Es un clamor que se levanta, disperso a veces es cierto, pero no por ello menos profundo y lleno de vitalidad.
Por lo dicho, en esta nota, se puede afirmar que la brecha abierta hace treinta años es la que actualmente se recorre por los senderos de nuestro país, aun sí por otras formas de lucha. Es el signo de los tiempos, y es la marcha de las sociedades que pase lo que pase, continúan su lucha hacia mejores condiciones de vida, hacia nueva forma de convivencia.
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