Miguel Ángel Sandoval
Hace muy poco escribí sobre la muñeca nacional y al final decía que de seguro volvería sobre el tema, pues bien, aquí esta la segunda parte y creo final. Todo es porque nuestro paisito tiene varias capas, varios pisos, varias muñecas, varias regiones, varias lenguas, varias etnias; somos variopintos pues. Y casi nada de esos varios estuvo o está en la discusión sobre lo del video y las secuelas del mismo. Quizás lo único que merezca alguna reflexión adicional sea la participación de algunos jóvenes de las capas medias del área urbana, en estos días de relajo nacional.
Y esto se amarra con las declaraciones del secretario de la OEA, José Miguel Insulza, que muy convencido dijo, casi a manera de despedida, que todo debería de pasar y ser procesado por un dialogo nacional. Como si desconociera la realidad nacional, y no tuvo el cuidado de decir, al menos, que era necesario tomar cuidados, pensar en escenarios, preparar alternativas, ir pianito. Ver en el pasado reciente, recuperar la experiencia, tomarla como referencia, tenerla en cuenta. Nada de eso.
Lo malo que en este asunto de la crisis nacional, no existen partes identificadas con claridad, pues el movimiento de jóvenes que reivindican al difunto del video, no es nada articulado y mas allá de pedir justicia como todos lo hacemos, no constituye ni de lejos, material para un dialogo, limitado que fuera, pero no alcanza. Ello porque falta identificar fuerzas políticas, sociales, económicas, para un proceso de negociaciones. Por eso la necesidad de ver la muñeca nacional con lentes micros y macros.
Y la identificación de los temas centrales, de los actores que deben de estar, pasa según algunas visiones, por la experiencia de los famosos pactos de la Moncloa en España, que dieron salida a una fuerte democracia en ese país. En ese caso, hubo voluntad política de los actores para construir un país, de verdad, con compromisos de verdad, sin buscar ventajas para algún sector en particular. No es casual por ello, que 25 años después, en España se tenga como referencia los pactos, antes que pensar que ya fueron rebasados por nuevos acontecimientos políticos
Esto que señalo tiene que ver con la variedad de temas que tenemos que discutir en la agenda nacional, que por supuesto, no esta limitada al asesinato de un abogado, así haya hecho acusaciones sin fundamento o pruebas a la pareja gobernante, sino es necesario pensar en un proceso que nos remite casi a un acuerdo fundacional del país, de reencuentro social, de relanzamiento económico. Como se ve, no se trata de ir a un dialogo por gusto, sino de plantearse un verdadero desafío.
Aunque ya hay voces que hablan de acotar los temas de un eventual dialogo y limitarlo al ámbito gelatinoso de la justicia. Sin embargo esto no es nada que permita pensar en el tema aislado, como en cámara de ensayos espaciales. Solo para que se tenga idea de lo complejo que es el tema de la justicia, haría falta entre otros asuntos, la limitación del antejuicio y el amparo, la aceptación del derecho indígena y la pluralidad jurídica.
Esto junto a la puesta en marcha de la carrera judicial, el incremento de jueces y juzgados, y un sinfín de cosas más, como la refundación de la carrera de derechos en las diferentes facultades lo que supone una reforma universitaria; y por supuesto, la puesta de cabeza y vuelta a enderezar, el colegio de abogados… Y esto supone, se entienda o no, recursos financieros frescos y la adopción de medidas de carácter estructural, y dentro de estos el espinoso tema de la tierra.
No se trata de maximalismo como alguien podría pensar, sino de algo mucho más elemental. Tenemos como país la urgencia de salir del subdesarrollo crónico en el cual nos movemos desde hace muchos años. Pues en este ámbito se ubica, para decirlo de una vez, el tema de la justicia. Ver la justicia aislada del contexto social es equivalente a las pajas mentales. En cuanto a los avances en el plano económico, salvo las construcciones de centros comerciales o alguna carretera, nada nos permite pensar que ya dejamos de vivir en el siglo XIX o XX. Y por ello vivimos una globalización virtual pero que no aterriza en los temas básicos del país.
Y por si fuera poco, es necesario tener en cuenta, que como país ya tenemos una especie de enfermedad crónica que se llama dialoguitis. Todo lo que no funciona o lo que se quiere que funcione, lo mal hecho, lo bien hecho, las carencias y todo lo demás, debe de ir a una mesa de dialogo y negociación. Y la verdad es que ya tenemos suficientes experiencias que no van a ningún lado. El colmo es la idea de una marcha obrera o campesina que se organiza para pedir una mesa de negociación.
Pero resulta que de mesas ya tenemos bastante. No hace mucho la Universidad Rafael Landivar, hizo publico un estudio donde se encontraban la mayoría de esfuerzos de dialogo y negociación. Desde Mejia Victores pasando por Vinicio Cerezo, llegando luego a Dialogo Nacional, con estudios sobre los Encuentros de Actualización, y todo el resto, pero resulta que seguimos con los mismos problemas. En el fondo de ello se encuentra el que de parte del gobierno, sus analistas y expertos, encontraron la manera de convertir el dialogo en su contrario. De instrumento solución de controversias, disputas, etc. se convirtió en un mecanismo para ganar tiempo, para aburrir a quienes presentaban las demandas, para hacer como que se hace, sin hacer nada.
La mayor de las experiencias es la de los Acuerdos de Paz, que en la actualidad, salvo una que otra mención como puede ser el cambio de la rosa marchita, cada mes y en algún evento especial, y alguno que otro esfuerzo disperso, no es, ni constituye una agenda de país. Incluso, el secretario general de la OEA, pasó por el país, vio, se fue y ni por donde paso, una mención al tema de los Acuerdos de Paz. Vino a otro país, y no entendió que agenda que le podía dar gobernabilidad, institucionalidad, paz, concordia, se encuentra en esos papeles engavetados.