DE NUEVO JAPÓN
Miguel Ángel Sandoval
Hace algunos años escribí, a propósito de Japón, que los 10 mil soles no dejaban ver la responsabilidad de quienes de la manera más absurda habían consumado el fin de la segunda guerra mundial, con un genocidio. La idea de los diez mil soles la había tomado prestada del filme de Alain Resnais, Hiroshima Mon Amour, que en esos años se convertía en la mayor expresión del testimonio poético que vía un filme se difundía a lo largo y ancho del mundo.
Los aciagos días del 6 y 9 de agosto del año cuarenta y cinco habían dejado caer sobre Hiroshima y Nagasaki, un diluvio de fuego como si fuera un Tsunami de llamas sobre las dos ciudades niponas, en otras palabras, esta tragedia se expresaba de forma fílmica, en los diez mil soles. La noticia del bombardeo inmisericorde fue recibida al paso de los días, en todo el mundo, con la versión de los agresores dibujando un renacimiento de la libertad y la democracia en ese país.
Ahora nos enteramos en minutos, casi segundo a segundo, que un fenómeno natural, acaso una expresión del cambio climático, como un tsunami y terremoto simultáneos, destruyeron uno o dos poblados del Japón, causaron alrededor de 2 mil victimas, a diferencia de los 10 mil soles inventados por la estupidez humana que en un abrir y cerrar de ojos, destruyeron ciudades importantes de ese país, mataron a cien mil o más personas y condenaron a varias generaciones a vivir con los efectos de la radiación química producto de lo nuclear.
Y en el siglo de lo cibernético, el caos generado en Japón por el terremoto y el tsunami, dieron lugar a que en América Latina, varios presidentes se presentaran a la prensa en cuestión de horas para advertir de los riesgos que se corrían por el drama japonés. Antes con los 10 mil soles no hubo nada semejante, solo silencio y complicidad. Ahora, unos 50 países pusieron a la población en alerta y declararon planes de contingencia ante eventuales replicas extracontinentales del dolor del Japón.
En medio del drama del pueblo del Japón, hay algo que llama profundamente a la reflexión. Una o dos plantas de energía nuclear pacifica, sufrieron averías y hay fugas radioactivas que están construyendo otro escenario de caos que sucede al tsunami y al terremoto. No se sabe aún la magnitud de las fugas, pero podemos recordar ahora la catástrofe de Chernovil en la antigua Unión Soviética, que puso a discusión la inseguridad de las plantas nucleares, aun con todos los cuidados del mundo, pues la energía liberada, como los 10 mil soles, no podría ser controlada ante circunstancias ajenas a la mejor planificación.
Mi solidaridad con el pueblo japonés en estas horas de angustia.